La transformación cultural debe ser digital en el sentido de que las nuevas tecnologías y la innovación deben ser parte del ADN de las organizaciones como ha quedado patente desde que la pandemia de la Covid-19 irrumpió en nuestras vidas. Esto supone el empleo de herramientas TIC, inteligencia artificial, data analytics…pero sobre todo de un nuevo mindset para conseguir equipos de alto rendimiento, colaborativos, abiertos, flexibles y ágiles capaces de incorporar cualquier tecnología para innovar de manera permanente, así como unos equipos capaces de tomar decisiones en base en datos. La transformación digital debe ser permeable a todos los departamentos. Y es imprescindible el liderazgo desde RRHH tanto en su rol de gestión del cambio como para la digitalización de sus propios procesos; desde la captación y desarrollo de talento a las nuevas formas de trabajar y de relacionarse entre empresa y empleados.

La transformación cultural debe ser diversa, como diverso es el talento. El talento no se explica en términos de etiquetas, de ahí que los aspectos que definen a un equipo competitivo estén más relacionados con habilidades, competencias, valores, etc. En la apuesta por la gestión de Recursos Humanos a través de una estrategia de diversidad, se eliminan los prejuicios que no hacen sino empobrecer la relación entre empresa y empleado. No es solo una nueva realidad es una apuesta clara por un nuevo futuro.

La transformación cultural debe ser inclusiva con el propósito de empoderar a las personas en riesgo de exclusión social. La inclusión sociolaboral responde al compromiso de las organizaciones con las sociedades en donde operan. Y en el sXXI las empresas deben ser agentes visibles ante una nueva realidad con retos inmensos no solo por los recogidos en los ODS -Objetivos de Desarrollo Sostenible- ODS, impulsada por Naciones Unidas- sino por el gran impacto de la transformación del empleo.